La arquitectura y la ingeniería son técnicas que nos han acompañado a lo largo de nuestra historia y utilizándolas de la manera correcta, somos capaces de hacer construcciones asombrosas, pero ¿qué sucede cuando las usamos para el mal?
Dentro de las siguientes historias, conoceremos casos escalofriantes ocurridos por un uso desmedido de ambas técnicas, un miedo irracional hacia lo desconocido y la creación de edificios con la intención de herir o lastimar a terceras personas.
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Tras el fallecimiento de su hijo, suegro y su esposo, William Winchester, Sarah Loockwood Pardee heredó en 1881 parte de la fortuna de la compañía Winchester Repeating Arms Company, sin embargo, esto no fue consuelo para ella y optó por pasar el resto de su vida en soledad.
Pardee comenzó a tener una oscura sensación de persecución y para encontrar respuestas, decidió contactar con una médium. Ella le dijo que su familia estaba maldita por los horrores cometidos con las armas fabricadas por la compañía y le recomendó que se mudara a California.
Sarah obedeció, se fue a San José, California, donde compró una casa en ruinas, y comenzó a construir sin descanso alguno, ya que, según su creencia, si mantenía la casa en constante construcción, ningún espíritu sería capaz de allanar su morada.
Tras 38 años de construcción continua hasta su defunción, el resultado de su obra fue una mansión de 4 plantas con 161 habitaciones, 467 puertas, 47 chimeneas, 2 salones de baile, 10,000 paneles de vidrio, 6 cocinas, 40 escaleras, 52 tragaluces, 2 sótanos, una ducha de agua caliente, calefacción central y 3 ascensores.
Además de laberínticos pasillos, callejones sin salida y escaleras que no llevan a ningún sitio, esta mansión tiene una particular obsesión con el número 13, debido a la cantidad de peldaños que tienen sus escaleras o por los candelabros que cuelgan en algunas habitaciones o pasillos.
Actualmente, la casa es una atracción turística donde se puede dar un recorrido guiado, ya que, al no contar con un plano, es un lugar en donde una persona puede perderse fácilmente.
En la calle Álvaro Obregón, esquina con Insurgentes de la colonia Roma, en Ciudad de México, existe un inmueble con una estructura clásica del porfiriato, la cual guarda en su interior un oscuro secreto, pues entre 1934 y 1940, durante la fiebre de tifoidea, esta casa sirvió como hospital improvisado como muchos otros lugares que intentaban brindar un servicio para tratar esta enfermedad.
A pesar de los esfuerzos médicos, la fiebre se propagaba más rápido, al punto que, en 1935, varios grupos religiosos decidieron tomar cartas en el asunto, pues creían que se trataba de una posesión demoniaca colectiva y para detener esta posesión, decidieron tapar las salidas de este edificio y prenderle fuego, quemando tanto a los enfermos como a los doctores y enfermeros del lugar.
Según declaraciones de gente que ha entrado en el lugar a pasar la noche, se pueden escuchar los gritos de aquellas personas atrapadas en el incendio y los vendedores informales de la zona que guardan sus cosas en la entrada del lugar, han comentado que pueden sentir manos que los empujan hacia afuera.
Herman Webster Mudgett, abandonó a su esposa e hijo para mudarse a Chicago, donde inspirado por el personaje de Arthur Conan Doyle, Herman se cambió el nombre a Henry Howard Holmes, y comenzó a trabajar en una farmacia.
De manera truculenta, Holmes fue capaz de construir, en 1893, un hotel de 3 pisos, en donde cada cuarto estaba preparado con paredes insonorizadas, tuberías de gas y trampillas para enviar a sus “huéspedes” a un sótano, donde él les realizaría todo tipo de actos barbáricos.
Ese hotel del terror comenzaría a levantar sospechas, debido a que los proveedores comenzaron a denunciar las estafas y los múltiples impagos que Holmes había cometido anteriormente. Esto provocaría que Henry huyera de Chicago hacia Boston, donde sería detenido y se le acusaría del asesinato de su socio y su familia, por lo que se le condenó a muerte en 1896.
Actualmente, el castillo del terror tuvo que derrumbarse gracias a un incendio que se ocasionó en 1895, mientras su creador se encontraba en la cárcel y en su reemplazo, se encuentra una oficina postal.
Las construcciones siguen dando de qué hablar hasta la fecha y sus leyendas permanecerán por muchos años más, impactando a las nuevas generaciones, ya sean reales o no, estas seguirán siendo parte de nuestra historia hasta el final de nuestros tiempos.
“Estas historias son un recordatorio escalofriante de lo que puede suceder cuando la creatividad y el ingenio se utilizan para causar daño. Estos edificios son monumentos al horror, construidos para alimentar nuestros peores miedos y pesadillas”
– Luis Chapoy
Los relatos antes mencionados nos muestran que la arquitectura y la ingeniería, aunque impresionantes en su habilidad para crear, también pueden ser herramientas para el mal. Nos recuerdan que debemos mantenernos alerta y responsables en el uso de nuestro conocimiento y habilidades.
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